on 2012/12/5 13:23:22 (459 reads)
DE LA ALIENACIÓN DEL TRABAJO

Uno de los indiscutibles atributos del discurso socialista, es su mensaje justiciero en contraposición del supuesto egoísmo intrínseco del capitalismo. Es un mensaje limpio y directo: acabar con la “explotación del hombre por el hombre”.

Puesto así, ser socialista es casi un acto de humanidad ya que nadie, en su sano juicio, puede hoy día defender prácticas esclavistas. Y si a este “marketing” justiciero le añadimos unas profundas crisis económicas en algunos países capitalistas, pues mayor el apoyo a lo que sea que significa una economía socialista.

Bueno es recordar, sin embargo, que las crisis económicas ocurren cada cierto tiempo y, lejos de acabar con el capitalismo tal y como lo predijo Marx, han terminado por renovarlo y fortalecerlo. No deja de ser una curiosidad el hecho que, a pesar de las duras consecuencias de las crisis económicas, exista tan poco interés en los modelos de producción socialistas donde las cooperativas, suerte de comunas económicas, son el eje central del aparato productivo.

A lo mejor se debe a que en nuestro ADN sicológico reposa el recuerdo de las condiciones laborales que se tenían antes de que masificara el trabajo asalariado, y de allí nuestra resistencia.

Revisando la historia económica de, por ejemplo, Inglaterra, nos encontramos que antes de la revolución industrial y la masificación del trabajo asalariado, el trabajador era dueño de lo que producía y no convertía su fuerza de trabajo en mercancía (alienación del trabajo).

Las estructuras de producción estaban organizadas, adivinen, en especies de cooperativas en los diferentes condados. Prácticamente cada condado se especializaba en una fase de la producción la cual era “pasada” a la siguiente fase hasta su culminación cuando era entregada y cancelada por el comerciante que la encargó. Era en el momento en que se pagaba el valor de lo adquirido, que cada grupo participante en el proceso productivo recibía su porción de pago.

Realmente suena idílico: no se trabajaba en fábricas sino cada quien en su hogar, no existía el horario de trabajo sino que cada quien distribuía su tiempo como mejor considerara y no existía el patrono “explotador”. Pero había un elemento muy perturbador: había que esperar que el producto se vendiera para poder cobrar, lo cual podía tomar meses y a veces años.

La pobreza era rampante y las personas vivían continuamente endeudadas. Hasta que surgió, como solución, una paga periódica que sirvió de alivio a tanta penuria: el salario.

¿Quieren volver atrás?

Econ. Juan Carlos Guevara