UNA MIRADA A LAS NUEVAS RELACIONES EE.UU. CUBA

Mucho se ha dicho de las nuevas relaciones entre Estados Unidos y Cuba iniciadas por el Presidente Obama en un secretismo digno de la Guerra Fría, aunque la verdad signifique  el último acto de este episodio de la historia del Siglo XX. Se han esgrimidos argumentos verdaderamente alucinantes sobre esta iniciativa diplomática de aquellos que se oponen de manera borbónica a este giro en las agendas diplomáticas de estos dos países.

Uno de ellos es la acusación sobre la supuesta entrega de la posición que han sostenido los Estados Unidos a lo largo de más cinco décadas contra Cuba a cambio de nada; por parte de la oposición cubana maimera. Este argumento es esgrimido por el anticastrismo a pesar de que tienen fuertes lazos con el Departamento de estado, conocen muy bien la política gringa en materia de relaciones exteriores hacia Cuba, es decir, no pueden escudarse en la ignorancia. Lo primero que hay que decir es que la política de EE.UU. hacia Cuba después de la crisis de los misiles fue la de cumplir los acuerdos de la Guerra Fría y poner un cordón sanitario sobre la isla para contener el contagio comunista hacia la subregión latinoamericana, nunca fue tumbar  o salir de los Castro. Esto es muy importante por poner las cosas en su lugar, Fidel Castro ha permanecido décadas en el poder no producto de su genialidad política sino porque en la comunidad internacional nadie tuvo ningún interés en salir de él –al contrario contó con su complicidad-, amén del aplastamiento brutal de toda oposición interna. Lo segundo es que Cuba desde la Guerra Hispanoamericana (Estados Unidos- España, en 1898) en la que los Norteamericanos  -a costa de un Imperio Español moribundo- se apodero de vastos territorios en América Latina, como parte de su expansión en el Caribe como su Mare Nostrum entre ellos Cuba y Puerto Rico, en competencia con la Gran Bretaña, ocupa un lugar estratégico en la política continental de EE.UU.; con lo que este giro lo que hace es actualizar la política estratégica y retomar viejos territorios; con lo que aducir que la política gringa es a cambio de nada sólo se puede sostenerse desde un ofuscamiento sin fundamento.

El otro problema central es que la política gringa no toma en cuenta la violación flagrante, abierta y desembozada de los DD.HH por parte de los Castro, argumento que por ser evidente tiene una apariencia de sentido común. Pero es que de lo que se trata es que EE.UU. quiere quitarse de encima su clásica imagen de  “policía y guardián” ideológico en la región en nombre de la democracia, para zafarse del viejo argumento que esgrimen las bandas de izquierda: el imperialismo norteamericano como la amenaza a los gobiernos  “reformistas” y populistas de la región. Y para ello han recurrido al argumento simple de pactar con los Castro –quedarse con Cuba de paso- y que sean los propios cubanos los que tienen la responsabilidad de ser la causa de los cambios democráticos por venir; en fin, el objetivo fundamental es aniquilar el argumento antiimperialista –fundamental para el izquierdismo latinoamericano-, mostrando a los Castro como los regentadores de un régimen del socialismo real fracasado y reducirlos a una dictadura totalitaria en franco declive sin fundamentos ideológicos.

Como venezolano sufriente del socialismo del siglo xxi no se me puede ocurrir mejor razón y mayor contribución de los EE.UU. a la lucha democrática continental y en Venezuela en particular, que hacer desaparecer la coartada ideológica más productiva de las bandas delictivas de la izquierda como lo es el antiimperialismo y todo su aparataje ideológico. Para quien escuchó el discurso de Obama en la Habana, creo que le deben quedar pocas dudas de que soltó un genio democrático en Cuba en las plenas narices de Raúl Castro. A partir de ahora será más fácil exponer y combatir a toda esta izquierda agrupada en el ya agónico foro sau paulo, como grupos asociados al narcoterrorismo, lavado de dinero y como protagonistas presentes y futuros de regímenes corruptos y violadores de los DD.HH. y de las garantía democráticas.

Contacto: aipop@aipop.org  / www.aipop.org                                                       Pedro Vicente Castro Guillen