on 2011/5/9 13:49:06 (2125 reads)
El 28 de abril de 1969, en la mina de Farmington, situada al oeste de Virginia en los Estados Unidos, se produjo una explosión en la que murieron 78 trabajadores. A partir de ese suceso, esta fecha pasó a
ser recordada, en distintos países, como el Día Mundial en Memoria de las Víctimas de Enfermedades y Accidentes de Trabajo. Es por ello que en el año 2003, la Organización Internacional del Trabajo <
para destacar la necesidad de prevenir accidentes y enfermedades laborales.
También es el día en el que las organizaciones sindicales recuerdan a todas las personas que han perdido su vida y salud en el trabajo, solidarizándose con ellas y sus familias, tratando de poner en evidencia que los daños derivados del trabajo son evitables, dada la gran responsabilidad que los empleadores, tanto públicos como privados, tienen en su prevención; asimismo es la fecha en que las referidas organizaciones reafirman su compromiso de luchar por unas mejores condiciones de trabajo para todos los trabajadores y trabajadoras, porque la salud y la seguridad en el trabajo es un derecho de todos y para
todos que no admite excepciones ni exclusiones.
El trabajo puede herir, mutilar, causar enfermedades y, con demasiada frecuencia, también puede provocar la muerte. No por fatalidad ni porque sea algo inherente al desempeño laboral sino por negligencia, por la violación a las normas laborales, por la falta de prevención. La muerte en el
trabajo no es un asunto del destino. Los accidentes no ocurren porque si. Las enfermedades que afectan a los trabajadores por su actividad no son producto del azar. Tanto los accidentes como las
enfermedades tienen sus causas, las cuales deben ser investigadas y sobretodo ameritan que se tomen acciones preventivas y de divulgación de riesgos La precariedad en el trabajo, la subcontratación, las prolongaciones de jornadas, la escasa inversión en prevención y la falta de formación, son algunos de los factores que continúan incidiendo
marcadamente en la siniestralidad laboral. Las malas condiciones de trabajo privan de calidad de vida a los trabajadores expuestos, ya que no sólo se circunscriben a las labores en sectores conocidos como
la minería, construcción, manufactura industrial y otros, sino que han aflorado más casos en otros ámbitos. Hoy día se tiene conocimiento de otros daños que, aunque denominamos emergentes,
siempre han acompañado al ser humano en su actividad productiva, los denominados riesgos psicosociales que se derivan de modelos de empleo y de organización empresarial, que propician que
los puestos de trabajo sean caldo de cultivo de “agentes patógenos” que producen enfermedades como: el estrés, la fatiga crónica, el envejecimiento prematuro, el síndrome del quemado o la violencia en el trabajo.
Con la política de expropiaciones que ha venido aplicando el gobierno nacional, no sólo se ha producido la destrucción de importantes fuentes de empleo, sino que se han propiciado recortes en los
derechos de los trabajadores y se ha estimulado la precarización de las relaciones laborales. El objetivo de crear empleo es inaplazable, pero también lo es el garantizar que quien vaya al trabajo regrese en las mismas condiciones físicas y psíquicas en las que fue. El trabajo ha de servir para que las personas satisfagan sus necesidades de forma digna y razonable. Para ello, las condiciones de trabajo han de garantizar la participación y la presencia permanente de quienes realizan la actividad productiva, en todos aquellos aspectos que contribuyan a aumentar la seguridad.
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Ing. Linda Rivero de Hidalgo