Los escándalos políticos, los complots y la corrupción son moneda corriente en casi todos los países y en casi todos los partidos, por eso la mayoría de los políticos no cuentan con el apoyo de sus electores. Estos se preguntan ¿porqué su representante, cuestionado por actos inmorales, tiene que ser su vocero en una organización creada con fines sociales?.

Buena parte de los dirigentes políticos se esconden bajo la mentira para poder sobrevivir y piensan que la sociedad compra sus palabras. Así actúan y dan la cara, sin ninguna moral. “La mentira política no se improvisa. Se calcula, se cultiva, se destila y se sopesa. Tiene sus reglas. Es un arte sabio, útil y bello”. Así lo expresa, desde la sátira, el escritor irlandés Jonathan Swift, en su obra «El Arte de la Mentira Política”, y de la cual se puede inferir que las mentiras políticas de hoy, se parecen mucho a las de antaño.

El arte de la mentira o pseudología, expresa el autor, es el «arte de hacer creer al pueblo falsedades saludables con vista a un buen fin». El buen fin, sin embargo, no se refiere a lo absolutamente bueno, sino a lo que le parece bueno al profesional de la mentira. La sátira afirma que el pueblo no tiene ningún derecho a la verdad, ni puede pretender ser instruido en la verdad de la práctica del gobierno.

Según el texto, para los que mientan demasiado o mientan mal, el partido acordará someterlo a decir solo lo que sea verdadero…, pocos son capaces de cumplir con esta medida terapéutica. El autor condena la extravagancia de los partidos por tener entre sus filas «a los hombres más viles y a los genios más miserables». Propone reunir en una sola sociedad las pequeñas asociaciones de mentirosos. Esta sociedad deberá estar compuesta por los jerarcas políticos pero que «no se crean sus propias mentiras».

El derecho a inventar y difundir mentiras forma parte del folclor popular. Se manifiesta en el pueblo según sus capacidades, sus títulos, sus cargos y sus oficios. Clasifica los engaños en diferentes clases y ofrece preceptos relativos a los medios para inventar, difundir y multiplicar los diferentes tipos de mentira. Comienza por los chismes y los libelos difamatorios que atacan la reputación de los que ostentan el poder. Refiere también las toneladas de promesas, las cuales se cuentan por cargamentos en tiempos de elecciones.

Finalmente, en nuestro país, no sería justo colocar a todos «en el mismo costal». Son muchos los que «no ejercen el arte de la mentira política», pero han hecho de la misma su onerosa profesión traicionando la democracia. Los que amamos el arte de la política, lo hacemos porque creemos en la fuerza constructiva de lo público y porque lamentamos el lodazal en que ha caído, arrastrada por quienes deberían practicarla con honorabilidad.