EL TREN PASA UNA SOLA VEZ
Se dice que el tren sólo pasa una vez en la vida, y que si no lo tomas, jamás volverá para reclamarte. Otros dicen que pasa varias veces, y que lo que debe hacerse es escoger el vagón adecuado.
Para otros, nunca pasa; pero conviene considerar el refrán en su primera interpretación.
El 6 de diciembre de 2015 el pueblo venezolano votó mayoritariamente por la integración opositora dándole una holgada ventaja sobre el grupo oficialista y, a partir de la instalación de la Asamblea Nacional el 5 de enero de 2016, las esperanzas de esa multitud abrumadora se volcó sobre el cuerpo legislativo, especialmente desde el momento en que el recién electo Presidente de la AN pronunció su discurso de toma de posesión, esperanzas que se multiplicaron luego de la intervención del mismo líder del Poder Legislativo cuando encendidamente respondió al Presidente de la República.
Como era de esperarse, el Ejecutivo Nacional, en combinación con las Sala Electoral y la Sala Constitucional, se las ingenió para cercar al Poder Legislativo, primero eliminando a tres diputados electos, y posteriormente cortando las manos de los diputados en cuanto a la remoción de magistrados del TSJ, así como la limitación en las labores de interpelación de los funcionarios públicos.
No obstante, la sitiada AN ha continuado sus labores y se ha dedicado afanosamente a presentar proyectos de leyes indispensables y necesarias para recuperar la democracia y el Estado de Derecho, tales como la Ley de Amnistía, de Referenda (o Referendums), de Propiedad de las Viviendas, y otros más que por no nombrarlas tienen importancia, como es el caso de la declaratorias de emergencia relativos a alimentos y productos farmacéuticos.
En paralelo, la vida cotidiana del ciudadano normal transcurre entre la inseguridad personal, la escasez de alimentos y medicinas y las largas colas para adquirir esos productos y, para colmo, con el racionamiento de agua y de energía eléctrica, sin que los votantes y los no votantes vean resultados que impliquen una reducción de los males que la afectan, limitándose a quedar como convidados de piedra en el fuego cruzado entre el Poder Legislativo por un lado, y por el otro el Poderes Ejecutivo y sus fieles soldados, el Poder Judicial, el Moral y el Electoral.
Pero el tiempo pasa y no se ven los resultados esperados ni se acude hasta el lugar más remoto, donde hay al menos un votante, para decirle cuál es el trabajo que se está haciendo y las metas que se persiguen. Las informaciones de los medios, las declaraciones de los líderes oposicionistas no llegan a su destino, no permea hasta los más bajos estratos de la escala social, sino que se quedan en las laptops y tabletas de inquietos y preocupados ciudadanos con vocación de servicio.
Todo ello está originando un malestar en aquel inmenso causal de votantes del pasado 6 de diciembre, una desilusión que puede hacer que, en cualquier momento, esa euforia que nació alrededor del triunfo de la oposición, ese deseo de cambiar las cosas, desaparezca y quede en el sentimiento mayoritario una frustración de graves consecuencias para los mismos ciudadanos y para el país.
No es la voz que clama en el desierto. Un ciudadano, tanto como el que esto escribe, (@amedinamendez) ha dicho:
“Los que fueron elegidos tienen ahora que responder a la confianza de los votantes. La sociedad espera efectividad. [..] Si sus planes no se cumplen, si las expectativas no se ven reflejadas, no habrá ardid táctico que les evite futuras derrotas”.
El tren llegó el 6 de diciembre y desde el 5 de enero está detenido en la estación esperando a que los pasajeros suban para dirigirse a su destino. Se dejará pasar la oportunidad de subirse a él?
Contacto: aipop@aipop.org / www.aipop.org Dr. Carlos J. Sarmiento Sosa