Frio ártico es el que generaron los actos de conmemoración de años de muerto de Chávez, cada vez es más evidente que la figura del jefe se diluye, se evapora, significa menos, a pesar de las muchas horas que los líderes del régimen dedican a exaltarlo para tratar de cubrirse con los que ellos creen que fue su carisma.

La banda de los siete que ha pasado a representar la destrucción del país, con la imagen terrible de gente comiendo de la basura, pretendía con el re-make de celebraciones para recordar, revivir, mantener actualizada la figura de Chávez, intentar recuperar algo del sentido popular que alguna vez representó el chavismo ha sumado otro fracaso porque esos tiempos se siente cada vez más lejanos.

Fue patético en verdad ver un acto televisado con una asistencia bien restringida, nada de pueblo, con lo que queda de manifiesto que el oficialismo está cada vez más desgastado, ya no se atreven ni siquiera con su máximo símbolo a realizar un acto de masas para invocar su nombre y su influencia “carismática” para hacer una acto público masivo a juro como vienen haciendo con otras celebraciones, como por ejemplo, con Zamora.

Es que con la actual situación del país el chavismo ha perdido todos sus símbolos: Chávez y el socialismo. Ha terminado por desintegrar en la imaginación incluso la de sus militantes la carga positiva que alguna vez pudieron tener esos significantes. Han logrado desposeer el vocablo izquierda de todo sentido político, negativizandolo hasta el extremo de despojarlo de toda significación.

El oficialismo pretende crear una épica amparada en la mentira, en una realidad de un país sin problemas que sólo existe en VTV, intentando disfrazar el desastre del país con la repetición cansona de que están bajo ataque del imperialismo por la guerra económica. Ya no saben ni lo que dicen, se confiesan derrotados por una “oligarquía” que ellos arruinaron para elevar a una kakistocracia corrupta como los nuevos dueños del país: los boliburgueses.

La banda de los siete tan carente de imaginación, de ideas, de proyectos, paso de tener como proyecto bandera la misión vivienda –otro gran fracaso-, para adoptar como una vaina arrechísima repartir cajas del CLAP, que es el programa más miserable que una oligarquía gobiernera puede adoptar en la medida en que pone en vitrina la miseria del país, su pobreza, su fracaso. Han perdido todo el sentido de la vergüenza cuando exponen esto como el logro social del “socialismo en el siglo xxi”.

Es todavía más evidente en América Latina que el significado que pudo haber tenido Chávez y el chavismo es sólo un muy mal recuerdo, con toda la izquierda latinoamericana identificada con el castro-chavismo en franco retroceso, por su fracaso económico, porque los escándalos de corrupción asociada a sectores empresariales profundamente corrompidos significan la peor traición a las promesas populistas que se levantaron como alternativa a la democracia constitucional. Toda la inversión financiera que se hizo, los miles de millones de dólares del ingreso petrolero venezolano volcado para construirle viabilidad a un socialismo a la cubana se representan en la espantosa destrucción de Venezuela que le toco  financiar ese disparate.

La derrota simbólica, en la narrativa, es la peor derrota que ha cosechado la izquierda nacional y latinoamericana que se asocia a lo peor: fracaso económico, pobreza con su consecuencia más espeluznante que es el hambre, destrucción de las oportunidades de las nuevas generaciones, corrupción pura y dura, todo ello se puede resumirse en destrucción cultural y civilizatoria.

La distancia entre el oficialismo y la población en general es abismal, aquí ya no hace falta distinguir entre opositores y chavistas, el 93% de la población percibe que la situación del país es negativa y que con el actual gobierno no va a mejorar. El 82% manifiesta su voluntad de buscar un cambio por el voto como reivindicación fundamental de la vida democrática. Aquí reside la solución que los venezolanos queremos.

Pedro Vicente Castro Guillen