PALABRAS PARA TODO
Cada día utilizamos palabras de las cuales sabemos poco o, mejor, casi nada. Allí está, por ejemplo, el término coroto del cual existen varias acepciones: la primera, se refiere a un objeto que no se desea mencionar; la segunda, identifica a un cacharro de cocina o pieza de la vajilla y, la tercera, alude al poder político. Lo cierto es que Guzmán Blanco, según la tradición, trajo de París un lienzo del pintor Jean Baptiste Camille Corot y solía recomendar a las criadas que tuviesen mucho cuidado con el Corot, con lo cual el personal de servicio comenzó a burlarse del “coroto” del general. En numismática, la palabra pecunia nos remite al trueque cuando la inexistencia de moneda metálica obligaba a comerciar con granos o animales de granja (bueyes u ovejas). En efecto, pecunia proviene del latín “pecus”, que significa “ganado”. También el salario, término que nos acerca al dinero que recibe una persona periódicamente de la empresa para la que trabaja, proviene de la sal, el condimento más antiguo empleado por el hombre que fungió como moneda debido a sus propiedades de conservante de carnes, pescados y verduras. El caso de la locha, moneda de níquel de dos y medio centavos (o doce y medio céntimos) es verdaderamente curioso… Algunos señalan que el caballo del escudo de estas monedas le recordaba a la gente la “venada locha”, conocida también como corzuela roja, pequeño habitante de los bosques de Venezuela, Colombia, Ecuador y norte del Perú. Otros, piensan, que el color del metal de tales piezas evoca al pez “loach”. Pero, sin duda, lo más seguro es que la palabra locha provenga de una deformación del antiguo vocablo colonial “ochavo” con el cual se designaban a los octavos de real de cobre acuñados entre 1802 y 1818, el término se transformó en “lochavó” y, luego, en “locha”. Cuando Páez estableció su campamento en la población de El Yagual, en 1817, dictó un decreto para recolectar la mayor cantidad de plata antigua, procedente de estribos, vainas de espadas, copas, cubiertos y otros adornos, a los fines de acuñar monedas que suplieran las necesidades urgentes de la población. Como características, se señalan: castillos, leones o cosas parecidas. Aún hoy día, resultan abundantes las piezas de un real, que se conocen como chipi-chipi lo cual, en el argot de los llanos, significa “sencillo”. En verdad, estas moneditas, toman distancia con el molusco marino bastante extendido en las playas del Golfo de México, el Mar Caribe y las Antillas. Para finalizar, recordemos que en 1886, año de la instalación de la Casa de Monedas de Caracas en la esquina del Cuño frente a la Caja de Agua, el Ilustre Americano (Antonio Guzmán Blanco) recibe de las manos del general Jacinto Regino Pachano la primera moneda venezolana de cien bolívares de oro, quedando tan complacido que, sin querer, bautizó a estas piezas como “pachanos” luego de exclamar: ¡Qué bueno, Pachano!
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Alvaro Pérez Capiello